Poema de Manuel Bandeira
Aquel cacto recordaba los gestos desesperados de la estatuaria:
Laoconte rodeado por las serpientes,
Ugolino y sus hijos hambrientos.
Recordaba también el seco nordeste,
palmeras, matorrales...
Era enorme, aun para esta tierra de ferocidades excepcionales.
Un día un tifón furibundo lo cortó de raíz.
El cacto cayó atravesado en la calle,
quebró los aleros de las casas de enfrente,
impidió el tránsito de los tranvías, automóviles, carros,
cortó los cables eléctricos,
y durante veinticuatro horas privó a la ciudad de iluminación y energía.
Era bello, áspero, intratable.
miércoles, 29 de diciembre de 2010
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